Aristóteles
fue un filósofo con un marcado sentido teleológico. Para
Aristóteles, todo lo que hace el hombre, lo hace orientado hacia un
fin y en él, el fin era la felicidad.
“Sólo
hay felicidad donde hay virtud y esfuerzo serio, pues la vida no es
un juego.”
En
Aristóteles nos encontramos un fuerte carácter eudemonista, es
decir, el fin del hombre se encuentra en la felicidad. Para alcanzar
la felicidad, Aristóteles desarrolló el término de virtud y para
él la virtud no era un regalo de los dioses ni el producto del
azar, sino que teníamos que conquistarla lo que nos supone un largo
y costoso ejercicio, que denominamos como un hábito.
Estamos
cansados de oír la palabra hábito, todo el mundo decimos que
tenemos el hábito de por las mañanas hacer tal cosa o por las
tardes otras, pero para Aristóteles un hábito eran esas acciones
que el ser humano realizaba y le permitían desarrollarse
positivamente y convertirse en una mejor persona. Por otra parte, en
la actualidad para la mayoría de nosotros no es una virtud el
alcanzar la felicidad, simplemente intentamos ser felices para
sentirnos mejor y vivir positivamente el día a día, pero para este
filósofo, el alcanzar el fin del hombre, el cual, desde mi punto de
vista, todos deberíamos conseguir, la felicidad es una virtud y es
propia del hombre sabio.
En
esta frase nos encontramos sus dos puntos de vista, sobre la
felicidad y sobre la virtud, estableciendo que la felicidad supone
una virtud porque es un esfuerzo, es un hábito que el hombre
desarrolla continuamente y que le permite conseguir el fin, es decir
la felicidad o como él la denominaba, “eudaimonía”
